Alan Paez

El tren pasa pasible como paseando, los grillos hablan entre siempre verdes, entre humos de tabaco armado y wisky con soda, truco carteado de barrio viejo, entre amores clandestinos y corazones oxidados.... Como las manivelas del vagón numero 32 de ese tren. Hace un par de noches que sueño el mismo sueño. Siempre un tren, un vino, un amor, un abuelo, un futbol, una bici marrón con canasto. Una pelea a lo lejos entre mis viejos, algunas puteadas y entre tanto y tanto mucho amor. La verdad es que no olvido, callo. Hablo, perdono y no olvido. No olvido ese arco a arco, ese 25 y un quemado. El rifle del 5 y medio. El fondero y la mojarrera. Los Le Mans Suaves en la Muni. Las fichas en el Sunset Riders. El Elvio Oggero El 4886 del fijo. El gancia del domingo, Ayrton Senna y Alain Prost. El Bocha, La Chuchana, El Bagre Lazo, La Pepa, el 2004 El Loco Polo..... Y sigo... Aquellas tardes de Mariposon Yoyastica defendiendo el titulo. O así también esa noche en Rocca, enroscados de amor, o bien la covacha, llena de Soul. Anoche soñé un montón, y ante noche también. Te soñé y los soñé. Era un sueño, pero posta, fue real. Todo, absolutamente todo lo fue. En fin, quería escribir esto para mandarlos a la puta que los pario a todos. Así nos encontramos ahí para comer un asado, tomar mucho vino, cantar, guitarrear y amarnos. Amarnos. Gracias familia, gracias amigos , gracias vida. Alan Edgardo Paez

VIAJÉ Aquí estoy, regresé.... De lo recóndito mas lúgubre e incomprensible de mi esencia. Me invité a recorrer campos de pastizales muertos. Desolados, vacíos. Regresé deslomado, solo. Remembrando caminos de tierra cuarteada, donde la lluvia se evapora en la oscuridad, donde la felicidad es dualidad, donde se destrozan las vertientes paradisíacas. Allí, donde el ser revela la hilacha, donde los retazos reprimidos vuelven a juntarse, donde la fachada no existe, y la frescura se extingue. Regresé, con los bolsillos vacíos y las manos llenas. Con el cuerpo abatido y el alma brillante. Alan Edgardo Páez

Viaje Aquí estoy, regresé.... De lo recóndito mas lúgubre e incomprensible de mi esencia. Me invité a recorrer campos de pastizales muertos. Desolados, vacíos. Regresé deslomado, solo. Remembrando caminos de tierra cuarteada, donde la lluvia se evapora en la oscuridad, donde la felicidad es dualidad, donde se destrozan las vertientes paradisíacas. Allí, donde el ser revela la hilacha, donde los retazos reprimidos vuelven a juntarse, donde la fachada no existe, y la frescura se extingue. Regresé, con los bolsillos vacíos y las manos llenas. Con el cuerpo abatido y el alma brillante. Alan Edgardo Paez