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Adolfo Alvarado Velloso 22.10.2021

Estimados(as) amigos(as) Los invitamos a conocer nuestros recomendados de la semana. Conoce más y adquiérelos en www.grupoeditorialibanez.com

Adolfo Alvarado Velloso 18.10.2021

Presentamos a Adolfo Alvarado Velloso hablandonos sobre "Ausencia del emplazamiento previo".- Seguinos en nuestro twitter @HProcesoJud365

Adolfo Alvarado Velloso 06.10.2021

En esta emision de Conversatorio virtual sobre temas procesales, Adolfo Alvarado Velloso, de Argentina, conversará con Glauco Gumerato Ramos, de Brasil sobre Proceso y garantismo en Brasil

Adolfo Alvarado Velloso 13.09.2021

Ha finalizado el XVI Congreso Nacional de Derecho Procesal Garantista. Es el primero al que asisto, desde que me enrolé en el garantismo gracias a las enseñanza...s de Adolfo Alvarado Velloso Ha quedado evidenciado que el garantismo está ocupando cada días más espacios, a pesar de que la cultura autoritaria patrocinada desde medios de comunicación y organismos de poder público. La batalla por un proceso desde la Constitución continúa. Gracias a todos los conferencistas por sus buenas ideas y críticas constructivas. Gracias Adolfo Alvarado Velloso por tus enseñanzas. See more

Adolfo Alvarado Velloso 28.08.2021

Excelente artículo de Pérez-Reverte. Pasa en Europa, pasa en los EEUU, pasa entre nosotros. ¿Qué hacemos? Europa se va al carajo: Los godos del emperador Vale...nte Por Arturo Pérez-Reverte En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila. Por diversas razones -entre otras, que Roma ya no era lo que había sido- se les permitió penetrar en territorio del imperio, pese a que, a diferencia de oleadas de pueblos inmigrantes anteriores, éstos no habían sido exterminados, esclavizados o sometidos, como se acostumbraba entonces. En los meses siguientes, aquellos refugiados comprobaron que el imperio romano no era el paraíso, que sus gobernantes eran débiles y corruptos, que no había riqueza y comida para todos, y que la injusticia y la codicia se cebaban en ellos. Así que dos años después de cruzar el Danubio, en Adrianópolis, esos mismos godos mataron al emperador Valente y destrozaron su ejército. Y noventa y ocho años después, sus nietos destronaron a Rómulo Augústulo, último emperador, y liquidaron lo que quedaba del imperio romano. Y es que todo ha ocurrido ya. Otra cosa es que lo hayamos olvidado. Que gobernantes irresponsables nos borren los recursos para comprender. Desde que hay memoria, unos pueblos invadieron a otros por hambre, por ambición, por presión de quienes los invadían o maltrataban a ellos. Y todos, hasta hace poco, se defendieron y sostuvieron igual: acuchillando invasores, tomando a sus mujeres, esclavizando a sus hijos. Así se mantuvieron hasta que la Historia acabó con ellos, dando paso a otros imperios que a su vez, llegado el ocaso, sufrieron la misma suerte. El problema que hoy afronta lo que llamamos Europa, u Occidente (el imperio heredero de una civilización compleja, que hunde sus raíces en la Biblia y el Talmud y emparenta con el Corán, que florece en la Iglesia medieval y el Renacimiento, que establece los derechos y libertades del hombre con la Ilustración y la Revolución Francesa), es que todo eso -Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Newton, Voltaire- tiene fecha de caducidad y se encuentra en liquidación por derribo. Incapaz de sostenerse. De defenderse. Ya sólo tiene dinero. Y el dinero mantiene a salvo un rato, nada más. Pagamos nuestros pecados. La desaparición de los regímenes comunistas y la guerra que un imbécil presidente norteamericano desencadenó en el Medio Oriente para instalar una democracia a la occidental en lugares donde las palabras Islam y Rais -religión mezclada con liderazgos tribales- hacen difícil la democracia, pusieron a hervir la caldera. Cayeron los centuriones -bárbaros también, como al fin de todos los imperios- que vigilaban nuestro limes. Todos esos centuriones eran unos hijos de puta, pero eran nuestros hijos de puta. Sin ellos, sobre las fronteras caen ahora oleadas de desesperados, vanguardia de los modernos bárbaros -en el sentido histórico de la palabra- que cabalgan detrás. Eso nos sitúa en una coyuntura nueva para nosotros pero vieja para el mundo. Una coyuntura inevitablemente histórica, pues estamos donde estaban los imperios incapaces de controlar las oleadas migratorias, pacíficas primero y agresivas luego. Imperios, civilizaciones, mundos que por su debilidad fueron vencidos, se transformaron o desaparecieron. Y los pocos centuriones que hoy quedan en el Rhin o el Danubio están sentenciados. Los condenan nuestro egoísmo, nuestro buenismo hipócrita, nuestra incultura histórica, nuestra cobarde incompetencia. Tarde o temprano, también por simple ley natural, por elemental supervivencia, esos últimos centuriones acabarán poniéndose de parte de los bárbaros. A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar. Ya no se puede. Nuestra propia dinámica social, religiosa, política, lo impide. Y quienes empujan por detrás a los godos lo saben. Quienes antes frenaban a unos y otros en campos de batalla, degollando a poblaciones enteras, ya no pueden hacerlo. Nuestra civilización, afortunadamente, no tolera esas atrocidades. La mala noticia es que nos pasamos de frenada.La sociedad europea exige hoy a sus ejércitos que sean oenegés, no fuerzas militares.Toda actuación vigorosa -y sólo el vigor compite con ciertas dinámicas de la Historia- queda descartada en origen, y ni siquiera Hitler encontraría hoy un Occidente tan resuelto a enfrentarse a él por las armas como lo estuvo en 1939. Cualquier actuación contra los que empujan a los godos es criticada por fuerzas pacifistas que, con tanta legitimidad ideológica como falta de realismo histórico, se oponen a eso. La demagogia sustituye a la realidad y sus consecuencias. Detalle significativo: las operaciones de vigilancia en el Mediterráneo no son para frenar la emigración, sino para ayudar a los emigrantes a alcanzar con seguridad las costas europeas. Todo, en fin, es una enorme, inevitable contradicción. El ciudadano es mejor ahora que hace siglos, y no tolera cierta clase de injusticias o crueldades. La herramienta histórica de pasar a cuchillo, por tanto, queda felizmente descartada. Ya no puede haber matanza de godos. Por fortuna para la humanidad. Por desgracia para el imperio. Todo eso lleva al núcleo de la cuestión: Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Ni sabe, ni puede, ni quiere, y quizá ni debe defenderse. Vivimos la absurda paradoja de compadecer a los bárbaros, incluso de aplaudirlos, y al mismo tiempo pretender que siga intacta nuestra cómoda forma de vida. Pero las cosas no son tan simples. Los godos seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Están en su derecho, y tienen justo lo que Europa no tiene: juventud, vigor, decisión y hambre. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse. Eso nos mete en el cogollo del asunto: la instalación de los godos, cuando son demasiados, en el interior del imperio. Los conflictos derivados de su presencia. Los derechos que adquieren o deben adquirir, y que es justo y lógico disfruten. Pero ni en el imperio romano ni en la actual Europa hubo o hay para todos; ni trabajo, ni comida, ni hospitales, ni espacios confortables. Además, incluso para las buenas conciencias, no es igual compadecerse de un refugiado en la frontera, de una madre con su hijo cruzando una alambrada o ahogándose en el mar, que verlos instalados en una chabola junto a la propia casa, el jardín, el campo de golf, trampeando a veces para sobrevivir en una sociedad donde las hadas madrinas tienen rota la varita mágica y arrugado el cucurucho. Donde no todos, y cada vez menos, podemos conseguir lo que ambicionamos. Y claro. Hay barriadas, ciudades que se van convirtiendo en polvorines con mecha retardada. De vez en cuando arderán, porque también eso es históricamente inevitable. Y más en una Europa donde las élites intelectuales desaparecen, sofocadas por la mediocridad, y políticos analfabetos y populistas de todo signo, según sopla, copan el poder. El recurso final será una policía más dura y represora, alentada por quienes tienen cosas que perder. Eso alumbrará nuevos conflictos: desfavorecidos clamando por lo que anhelan, ciudadanos furiosos, represalias y ajustes de cuentas. De aquí a poco tiempo, los grupos xenófobos violentos se habrán multiplicado en toda Europa. Y también los de muchos desesperados que elijan la violencia para salir del hambre, la opresión y la injusticia. También parte de la población romana -no todos eran bárbaros- ayudó a los godos en el saqueo, por congraciarse con ellos o por propia iniciativa. Ninguna pax romana beneficia a todos por igual. Y es que no hay forma de parar la Historia. Tiene que haber una solución, claman editorialistas de periódicos, tertulianos y ciudadanos incapaces de comprender, porque ya nadie lo explica en los colegios, que la Historia no se soluciona, sino que se vive; y, como mucho, se lee y estudia para prevenir fenómenos que nunca son nuevos, pues a menudo, en la historia de la Humanidad, lo nuevo es lo olvidado. Y lo que olvidamos es que no siempre hay solución; que a veces las cosas ocurren de forma irremediable, por pura ley natural: nuevos tiempos, nuevos bárbaros. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Quizá con el tiempo y el mestizaje otros imperios sean mejores que éste; pero ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima. En ese trayecto sólo hay dos actitudes razonables. Una es el consuelo analgésico de buscar explicación en la ciencia y la cultura; para, si no impedirlo, que es imposible, al menos comprender por qué todo se va al carajo. Como ese romano al que me gusta imaginar sereno en la ventana de su biblioteca mientras los bárbaros saquean Roma. Pues comprender siempre ayuda a asumir. A soportar. La otra actitud razonable, creo, es adiestrar a los jóvenes pensando en los hijos y nietos de esos jóvenes. Para que afronten con lucidez, valor, humanidad y sentido común el mundo que viene. Para que se adapten a lo inevitable, conservando lo que puedan de cuanto de bueno deje tras de sí el mundo que se extingue. Dándoles herramientas para vivir en un territorio que durante cierto tiempo será caótico, violento y peligroso. Para que peleen por aquello en lo que crean, o para que se resignen a lo inevitable; pero no por estupidez o mansedumbre, sino por lucidez. Por serenidad intelectual. Que sean lo que quieran o puedan: hagámoslos griegos que piensen, troyanos que luchen, romanos conscientes -llegado el caso- de la digna altivez del suicidio. Hagámoslos supervivientes mestizos, dispuestos a encarar sin complejos el mundo nuevo y mejorarlo; pero no los embauquemos con demagogias baratas y cuentos de Walt Disney. Ya es hora de que en los colegios, en los hogares, en la vida, hablemos a nuestros hijos mirándolos a los ojos. Arturo Pérez-Reverte

Adolfo Alvarado Velloso 26.08.2021

Continuamos con la segunda parte de: La tutela anticipada en el proyecto de Código General Modelo para América Latina del IPDP por Amanda Lobao Torres

Adolfo Alvarado Velloso 21.08.2021

MAPA DE ROSARIO (Argentina) EN EL AÑO 1853 (una reliquia)

Adolfo Alvarado Velloso 09.08.2021

1180. UNIVERSIDADES JUDICIALES No ignoro que el Siglo XXI nos puede enfrentar a cambios esenciales o sustanciales en las formas de gobierno porque puede haber p...asado de moda, entre otras instituciones, el principio de división tripartida de poderes. Sin embargo, antes de tomar alguna decisión -que impere en el futuro de la humanidad-, es conveniente un estudio serio, profundo, desde un conocimiento claro de la persona humana en su individualidad y en su sociabilidad. Por ejemplo, México ingresa al siglo XXI con un Poder Ejecutivo que todavía impone sanciones adrede del Poder Judicial. Desgraciadamente, algunas de esas penas son constitucionales y otras inconstitucionales. (Cfr: art. 21) ¿Deben los Poderes Judiciales asumir la educación superior, impartiendo cátedra de especialidad, maestría, doctorado y otorgar el grado? Este es un tema que, desde la división de poderes se debe estudiar en México. ¿A quién corresponde la educación? ¿A quién corresponde otorgar el grado? ¿A quién corresponde, desde el poder público, la educación superior? Cuando lanzo al foro estas ideas no ignoro que la educación en México es un tema en agenda que, a la vez, desgraciadamente, seguirá en agenda muchos años. No ignoro la diferencia entre el conocimiento y la cantidad de horas clase; no ignoro la distinción entre horas de televisión e internet contra la cantidad de horas de lectura de libros; no ignoro la cantidad de horas de lectura insustancial contra las horas de lectura de libros de texto y académicos; no ignoro la distancia entre el uso del tiempo libre en deporte, cultura, arte, diversión, entretenimiento. Peor, aún, no ignoro que el siglo XXI es un siglo de jóvenes de proyectos cortos, aburridos, que sólo aprenden a estudiar para buscar trabajo, carentes de total iniciativa. No ignoro que hay Universidades privadas -con una educación mediocre, con un inculto claustro de profesores, que cobran más de veinte mil pesos mensuales de colegiatura y que producen profesionales de contrato-, que carecen de respuestas claras e ideas propias. No ignoro tampoco que hoy se ventilan por Universidades, Institutos, Barras y Colegios de Abogados doctorados honoris causa, sin tener acreditado el título de doctor. No ignoro que muchos maestros universitarios dan clases sin haber escrito un libro y que otros muchos que sí han escrito han copiado una ley, un manual, una serie de autores relacionados, sin especial sentido crítico y conocimiento del entorno jurídico. ¿Es el objetivo del Poder Judicial superar estos antecedentes y ofrecer una mejor educación superior a sus Jueces y Magistrados? ¿Es la idea competir para mejorar la educación de las Universidades Autónomas, que han corrompido los procesos de titulación? ¿Se trata de facilitar a los funcionarios públicos procesos de titulación y de grado más cómodos, baratos y de más calidad, para competir contra el absurdo aumento de los precios en las Universidades privadas? Hoy se habla del negocio de los grados a nivel del Poder Judicial y algunos Institutos de Capacitación del Ministerio Público. No. El Poder Judicial y el Ministerio Público no han sido creados, pensados, organizados para ofrecer títulos y grados.

Información

Teléfono: +54 9 341 641-4878

Web: http://www.alvaradovelloso.com.ar/

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