Efecto Soma

SOCIEDAD Ojos que no ven, clase obrera que no siente Por Carlos Kraimer...Continue reading

RELATOS Sobrio a las piñas Por Carlos Kraimer... Fue una noche rara. Fue un día raro en realidad. Atravesado por dolores inexplicables (no por su gravedad sino porque ningún médico me supo explicar su origen). Por la (re)aparición de seres del pasado desterrados, por suerte, de este presente. Y también por la ausencia de viejos y cotidianos hábitos. En condiciones normales de presión y temperatura hubiese acompañado a mis amigos como siempre pasa. Pero esta noche, bajo una extraña conciencia, no lo hice. Incluso, con el cielo limpio y la incipiente luz solar reemplazando a los focos porteños, llegué a pensar en abandonar alguno. Todo más extraño aún. Después de mucho tiempo pude contemplar la música de una banda en vivo en absoluta sobriedad. Casi una experiencia olvidada. Ni mejor ni peor, distinta. Una vez el polémico y discutible Andy Chango dijo en televisión (ese artefacto donde selectivas veces ocurren cosas interesantes) algo así como que los artistas, con el paso del tiempo, necesitan menos cantidad de sustancias para lograr lo que antes hacían con cantidades bastante superiores. Yo no soy artista, no estoy ni cerca de haber consumido todo lo que él consumió y soy un tanto más joven que Andy. Sin embargo, en este día tan raro, experimenté una sensación similar. Seguramente quien lea esto pensará que vivo dado vuelta. No es así, pero no me voy a esforzar mucho en que me crean. Sí me veo motivado a darle mayor entidad a los contextos (en términos de un nefasto sindicalista, hay que dejar de menospreciar los contextos al menos por dos años). Al parecer, muchas situaciones podrían haber sido distintas (repito, ni mejores ni peores, distintas) sin caer rápidamente en la pérdida de nuestras capacidades cognitivas. Si bien es una teoría más cercana al conspiracionismo que a hechos fácticos, quien nos hubiese visto ayer (como tantas otras veces) sin dudas hubiese confirmado que alguna rutas de placer fueron acopladas a los caminos de la sociedad con la intención de frenar el avance del marxismo-leninismo a mediados del siglo pasado. La imposibilidad de hilvanar una idea fue evidente. Y verlo desde afuera fue gracioso pero desesperante. Con esto no quiero que se me acerque a Eduardo Feinmann, por favor. Ni en chiste. Simplemente exteriorizo esta reflexión, en primer lugar, sacándole el jugo a esta motivación de escribir que hace rato no encontraba, y en segundo lugar, para ver si alguien más sintió un momento similar o sólo soy un boludo con inquietudes estúpidas. Ya se hicieron las 6 am. Las agujas y mi cuerpo marcan que no necesito aportes externos para conciliar el sueño. Buenos días.

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