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La barrera del sonido 21.05.2021

Nos vemos una vez por año. No diría que somos amigos, pero tenemos una buena relación. Quiero decir: no nos une tan sólo, cada doce meses, el cumpleaños del ami...go en común, la necesidad de desplegar una cordialidad forzada. De ninguna manera. Realmente hemos entablado un vínculo de respeto y cariño, una buena sintonía a pesar de nuestras múltiples, visibles diferencias. En verdad, ninguno de los dos sabe mucho de la vida del otro. A mí me consta que él se llama Ignacio, que es arquitecto, que vive en Acasusso, que todos los años viaja y se queda dos o tres meses en Nueva York. Infidente, alguna vez nuestro amigo en común me amplió su perfil: Ignacio también es dueño de dos caballos de carrera, su mujer ha heredado campos en la provincia de Santa Fe y la quinta que tienen en Acasusso es poco menos que una mansión. Por su parte, él sabe que yo me dedico a lo que respetuosamente llama las ciencias sociales, que soy docente universitario y que mi única propiedad (el departamento que habito) la he comprado con bastante sacrificio. Desconozco, claro, las infidencias mías que nuestro amigo haya compartido con él. Lo cierto es que, más allá de la simpatía mutua, de la alegría genuina que nos provoca encontrarnos y charlar, está claro para ambos que las vidas que llevamos son muy diferentes. En el cumpleaños que nuestro amigo celebró en 2014, Ignacio me hizo una pregunta que no supe responder. Esta vez éramos ocho invitados alrededor de la mesa dispuesta en la pequeña terraza. Era noviembre y alguien sacó el tema de las vacaciones. Recuerdo que, ni bien se lo mencionó, ya tuve la insinuación de un malestar; como si yo fuera a tener que pronunciar palabras que no me pertenecían. Alguien dijo que se iba a Bariloche, a la casa de unos familiares. Ignacio tenía una reserva en Playa del Carmen, México. Mi amigo anticipó que, como siempre, durante enero estaría en Mar del Plata. Su hermana, en cambio, no se movería de Buenos Aires. Otro invitado se iba en auto al sur de Brasil. Alguien había optado por un camping en Miramar. Alguien andaba con ganas de conocer Mendoza. Las miradas se iban desplazando, según giraba la ronda de declaraciones veraniegas. Finalmente ocurrió: era mi turno. A Europa. Me voy a Europa. Fue raro escucharme decir esas palabras tan ajenas, inéditas en mi vida. Las dije rápido y bajé la vista. Concluida la ronda con mi respuesta, esperaba que se diera por cerrado el tema, que me causaba alguna molestia. Digamos que tengo sólidos prejuicios asentados, no necesariamente sobre quienes toman vacaciones en Europa, pero sí sobre quienes disfrutan del sonido de su voz al informarlo. Sin embargo, el tema no quedó cerrado. Mi amigo, que volvía de la cocina con más empanadas, quiso saber cuánto tiempo andaría por el Viejo Mundo. Y fue ahí, luego de que yo dijera treinta y cinco días, que Ignacio, que estaba sentado a mi lado, me hizo la pregunta. La pequeña gran pregunta, nutrida por el énfasis del tono y la contundencia del gesto: el cuello que gira de golpe, la mirada intensa, la perplejidad instalada en la contracción de las cejas. ¡Ey! ¿Qué pasó? Por suerte, alguien hizo no sé qué chiste sobre el repulgue de las empanadas, la mesa lo festejó ruidosamente y la charla tomó otro rumbo. No obstante, ajeno a la deriva de la conversación, desentendido de la charla colectiva, Ignacio me siguió mirando, durante varios segundos, con el mismo gesto congelado. En su mirada no había condena, ni desprecio, ni sarcasmo, ni ninguna de esas pasiones grises que a veces agitan los ánimos humanos. Había algo más significativo. Quizá una especie de estupor; o una inquietud velada, difícil de encuadrar; o, más bien, la conciencia indefinida de que algo se había trastocado. Como si de pronto hubiera recibido la notificación de que el suelo se había movido, se estaba moviendo. Terremoto silencioso, imperceptible, que de golpe exhibe su efecto e impone tamaño interrogante: ¿qué pasó? ¿Cómo fue que se produjo la mutación, el estremecimiento geológico que puso a danzar las aguas, al parecer ya no tan quietas, de la dinámica social? ¿De qué modo se tornó posible que, sin disponer de rentas familiares ni ningún tipo de ayuda económica externa, un docente universitario de segundo rango pueda vacacionar treinta y cinco días en Europa? Prudentes, amistosos, ni Ignacio ni yo intentamos responder esa pregunta que nos trascendía. Yo me encogí de hombros, un poco intimidado. Él disipó su gesto con una sonrisa y, de inmediato, sin transición, gentil, entusiasta, contributivo, empezó a recomendarme hoteles y restaurantes a los que no creo que yo pueda ir. ***** [Así empieza Un mundo estrecho - Novela de viaje, el último libro de Marcelo Arias, que podés conseguir en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires [Sitio Oficial], en el stand de Modesto Rimba (Pabellón Verde, stand 830)]

La barrera del sonido 26.04.2021

Hoy, sábado 7 de noviembre, a las 20.00, voy a estar participando de la Feria del Libro de Moreno. Muy agradecido por la invitación, nos pueden acompañar en vivo a través de https://m.facebook.com/feriadellibromoreno

La barrera del sonido 07.04.2021

Nos vemos una vez por año. No diría que somos amigos, pero tenemos una buena relación. Quiero decir: no nos une tan sólo, cada doce meses, el cumpleaños del ami...go en común, la necesidad de desplegar una cordialidad forzada. De ninguna manera. Realmente hemos entablado un vínculo de respeto y cariño, una buena sintonía a pesar de nuestras múltiples, visibles diferencias. En verdad, ninguno de los dos sabe mucho de la vida del otro. A mí me consta que él se llama Ignacio, que es arquitecto, que vive en Acasusso, que todos los años viaja y se queda dos o tres meses en Nueva York. Infidente, alguna vez nuestro amigo en común me amplió su perfil: Ignacio también es dueño de dos caballos de carrera, su mujer ha heredado campos en la provincia de Santa Fe y la quinta que tienen en Acasusso es poco menos que una mansión. Por su parte, él sabe que yo me dedico a lo que respetuosamente llama las ciencias sociales, que soy docente universitario y que mi única propiedad (el departamento que habito) la he comprado con bastante sacrificio. Desconozco, claro, las infidencias mías que nuestro amigo haya compartido con él. Lo cierto es que, más allá de la simpatía mutua, de la alegría genuina que nos provoca encontrarnos y charlar, está claro para ambos que las vidas que llevamos son muy diferentes. En el cumpleaños que nuestro amigo celebró en 2014, Ignacio me hizo una pregunta que no supe responder. Esta vez éramos ocho invitados alrededor de la mesa dispuesta en la pequeña terraza. Era noviembre y alguien sacó el tema de las vacaciones. Recuerdo que, ni bien se lo mencionó, ya tuve la insinuación de un malestar; como si yo fuera a tener que pronunciar palabras que no me pertenecían. Alguien dijo que se iba a Bariloche, a la casa de unos familiares. Ignacio tenía una reserva en Playa del Carmen, México. Mi amigo anticipó que, como siempre, durante enero estaría en Mar del Plata. Su hermana, en cambio, no se movería de Buenos Aires. Otro invitado se iba en auto al sur de Brasil. Alguien había optado por un camping en Miramar. Alguien andaba con ganas de conocer Mendoza. Las miradas se iban desplazando, según giraba la ronda de declaraciones veraniegas. Finalmente ocurrió: era mi turno. A Europa. Me voy a Europa. Fue raro escucharme decir esas palabras tan ajenas, inéditas en mi vida. Las dije rápido y bajé la vista. Concluida la ronda con mi respuesta, esperaba que se diera por cerrado el tema, que me causaba alguna molestia. Digamos que tengo sólidos prejuicios asentados, no necesariamente sobre quienes toman vacaciones en Europa, pero sí sobre quienes disfrutan del sonido de su voz al informarlo. Sin embargo, el tema no quedó cerrado. Mi amigo, que volvía de la cocina con más empanadas, quiso saber cuánto tiempo andaría por el Viejo Mundo. Y fue ahí, luego de que yo dijera treinta y cinco días, que Ignacio, que estaba sentado a mi lado, me hizo la pregunta. La pequeña gran pregunta, nutrida por el énfasis del tono y la contundencia del gesto: el cuello que gira de golpe, la mirada intensa, la perplejidad instalada en la contracción de las cejas. ¡Ey! ¿Qué pasó? Por suerte, alguien hizo no sé qué chiste sobre el repulgue de las empanadas, la mesa lo festejó ruidosamente y la charla tomó otro rumbo. No obstante, ajeno a la deriva de la conversación, desentendido de la charla colectiva, Ignacio me siguió mirando, durante varios segundos, con el mismo gesto congelado. En su mirada no había condena, ni desprecio, ni sarcasmo, ni ninguna de esas pasiones grises que a veces agitan los ánimos humanos. Había algo más significativo. Quizá una especie de estupor; o una inquietud velada, difícil de encuadrar; o, más bien, la conciencia indefinida de que algo se había trastocado. Como si de pronto hubiera recibido la notificación de que el suelo se había movido, se estaba moviendo. Terremoto silencioso, imperceptible, que de golpe exhibe su efecto e impone tamaño interrogante: ¿qué pasó? ¿Cómo fue que se produjo la mutación, el estremecimiento geológico que puso a danzar las aguas, al parecer ya no tan quietas, de la dinámica social? ¿De qué modo se tornó posible que, sin disponer de rentas familiares ni ningún tipo de ayuda económica externa, un docente universitario de segundo rango pueda vacacionar treinta y cinco días en Europa? Prudentes, amistosos, ni Ignacio ni yo intentamos responder esa pregunta que nos trascendía. Yo me encogí de hombros, un poco intimidado. Él disipó su gesto con una sonrisa y, de inmediato, sin transición, gentil, entusiasta, contributivo, empezó a recomendarme hoteles y restaurantes a los que no creo que yo pueda ir. ***** [Así empieza Un mundo estrecho - Novela de viaje, el último libro de Marcelo Arias, que podés conseguir en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires [Sitio Oficial], en el stand de Modesto Rimba (Pabellón Verde, stand 830)]

La barrera del sonido 22.03.2021

Nos informan que la cromática portada de Un mundo estrecho - Novela de viaje, el último libro de Marcelo Arias, se luce en el precioso stand de Modesto Rimba y ...Letras Del Sur Editora, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires [Sitio Oficial], Pabellón Verde, stand 830. Los esperamos!!! See more

La barrera del sonido 08.03.2021

Compartimos la entrevista que Sebastián Robles le hizo a Marcelo Arias, a propósito de la publicación de Un mundo estrecho - Novela de viaje.

La barrera del sonido 19.02.2021

Hoy empieza la Feria de Editores 2018, que ocupará tres días en Ciudad Cultural Konex. Un evento hermoso por donde se lo mire. Decenas de actividades y miles de libros. Se aconseja visitar el stand de Modesto Rimba, en donde se puede conseguir La barrera del sonido - cuentos, de Marcelo Arias, un volumen de nueve relatos que van a sacudir tu alma inquieta.

Información

Web: http://modestorimba.com.ar

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