Refugio de palabras en extinción

Tras el VELO del silencio y el olvido, llega VELO a alojarse en ese espacio. Condenada al ruidoso silencio del olvido, urge a los amantes del vocablo perfecto refugiarlo. Sutil, sugerente, incierto, VELO ocupa el espacio de los sabios. De quienes en la discreción de sus andares, detrás del VELO de sus pasos, esconden claridad en perspectiva. Corta y concreta, más todo lo contrario en su significante. Tan grande y lejana como guste el pasajero. VELO.

PRURITO. Acaso víctima de su significado, PRURITO orbita en el subsuelo de la lengua, cargando una mochila con tinte a vergüenzas. Con la ambigüedad rendida a sus pies, PRURITO emerge como la santa patrona de la prudencia y sabiduría y, a la vez, una maldita razón para no recorrer caminos posibles, acuerdos soñados, postales de verano o soles de invierno. PRURITO

BALURDO. ¿Cómo no refugiar a este vocablo, que lleva en su andar sonoro el caos propio de su significado? La vida sin BALURDOS es una tormenta sin vientos, un amor sin espinas, Mar del Plata sin mar. La combinación entre sus vocales de cierre, y el maridaje entre la R y la D la ubica en el panteón de los sonidos ripios. Por más BALURDOS que valgan la pena, por aquellos que haga sentido bailar. BALURDO.

ERMITA. Allí, sola, en silencio. ERMITA se erige en este refugio como una palabra que aguarda, a la distancia y a la luz de las estrellas y el sol, la visita del sonido. Disfraza con la dureza que emite el eco de su pronunciación, la paz y el mundo frenado que ofrece en sus venas. Venga ERMITA entonces a este refugio. Prometemos no incordiarla. ERMITA

Deberíamos sentir PAVURA por abrir los postigos de este refugio a PAVURA? Sin certezas a la vista, PAVURA ofrece una potencia sonora escondida tras la inocencia de su significante. Bienvenida PAVURA a librarse de su extinción, y más aún, bienvenida la PAVURA como símbolo de vida, de emociones que se mueven, de deseos que se esconden, de horizontes no alineados. PAVURA.